Recientemente, una encuesta que se realiza
anualmente en Gran Bretaña y que recoge las actitudes de su sociedad sobre
diferentes aspectos de la vida cotidiana, publicó el dato de que el 48% de los adultos cree que los niños menores de 12 años
no deben asistir ni a los tanatorios ni a los funerales.
Posiblemente, en nuestro país las cifras serían muy similares.
Esta creencia social está en abierta
contradicción con la opinión de los expertos en psicología
evolutiva y en procesos de duelo, que de forma unánime abogan por la
participación de los niños en los rituales de despedida de un ser querido de su
familia e, incluso, advierten que no hacerlo suele comportar
consecuencias negativas para los propios niños.
Pretendemos abordar aquí este debate, describiendo los principales argumentos a favor y en contra de
ambas opciones.
¿Por
qué NO llevar a los niños a un funeral?
Los
adultos que defienden que los niños no deberían asistir a los rituales
funerarios de un familiar o de una amigo, suelen argumentar básicamente tres
argumentos:
- Asistir a un funeral puede resultar una experiencia estresante y traumática.
Quienes
sostienen esta idea consideran que en el tanatorio y en el funeral de alguien
cercano, sobre todo si se trata de una muerte inesperada y/o en una persona
joven, los adultos suelen encontrarse en situación de shock y dar rienda suelta
a sus emociones. Por eso mismo, los niños deberían ser protegidos de la
vivencia del dolor agudo. Argumentan, además, que la visión de una persona
fallecida les generará a los niños una imagen muy dura, que difícilmente
olvidarán y que con seguridad les llenará de miedos y de ansiedad.
- Los niños menores de 8 ó 10 años no entienden el significado y la irreversibilidad de la muerte.
Por este
motivo, quienes defienden esta visión argumentan que los niños no entienden el
significado de los rituales mortuorios y, por ende, tampoco necesitan
participar en ellos. Es mucho mejor, siguiendo esta idea, apartar a los menores
del contacto con la muerte y el duelo y abordarlos más tarde, cuando el niño
sea capaz de entender el significado de lo que ha ocurrido.
- Para poder ayudar a los niños a enfrentarse con la muerte de un ser querido, sus cuidadores principales deben estar tranquilos y serenos.
Dado que
tanto en el tanatorio como en los funerales los adultos suelen estar
sobrecogidos por su propio dolor y no están en buenas condiciones para ayudar a
los niños a afrontar la pérdida y el duelo. Quienes abogan por esta idea, no
buscan proteger a los menores del contacto con la muerte, sino que optan por
gestionar primero el dolor de los adultos y luego, en un segundo momento,
atender y guiar el dolor de los niños.
¿Por
qué SÍ llevar a los niños a un funeral?
Otros adultos defienden la idea de que los
niños no sólo pueden, sino que, en determinados casos, deben participar en los
funerales. Entre ellos se encuentran de forma casi
unánime la mayoría de profesionales de la psicología, de la psicoterapia y de
la educación. Basan sus recomendaciones en los siguientes
postulados:
- Los niños están en contacto con la muerte mucho antes de lo que los adultos queremos admitir.
La tendencia de apartarlos de los procesos
que rodean la muerte de la vida diaria es relativamente reciente. Antes las
personas morían en casa y los niños participaban de los velatorios sin
restricciones. Pero, aun con la muerte desterrada a los hospitales y
tanatorios, los niños saben de ella a través de los cuentos, de la naturaleza y
de la televisión. Aunque sea de forma poco racional, han visto alguna vez un
pájaro muerto o se han entristecido por la muerte de la madre de Bambi en la
película de Walt Disney. Por tanto, la muerte comienza a formar
parte de su imaginario mucho antes de perder a un familiar. Y nos
resultará relativamente fácil explicarles qué ha sucedido
- De la misma forma que los adultos, los niños necesitan los rituales para transitar por los procesos de duelo.
La pérdida de un ser querido, ya sea
anunciada o inesperada, nos confronta a todos con la tristeza y pone en marcha
un proceso de aceptación de lo ocurrido que se conoce como duelo. Para los
adultos, poder participar de los rituales de despedida es una parte
consustancial del inicio del afrontamiento y del duelo. En el caso de los niños ocurre exactamente lo mismo, con la
salvedad de que necesitan ser preparados para lo que van a vivir en un
tanatorio y/o funeral.
- Aunque la finalidad de no incluir a los niños en los rituales mortuorios sea otra, los niños sienten que son apartados no ya de los actos de despedida de su ser querido, sino del seno de la familia.
Incluso
muchos años después de la muerte de un familiar, muchos niños y más tarde
muchos adultos recuerdan de forma dolorosa que no se les ofreció la posibilidad
de participar en la despedida de su progenitor, de su hermano/a o de su abuela.
Sienten lo que muchos expertos denominan la sensación de ser afectados de
segundo grado o dolientes olvidados, es decir, que su tristeza y dolor es menos
importante o intenso que el de los adultos. Y deducen que no son tan
importantes como otros en la familia, por mucho que el hecho de apartarles por
nuestra parte sea una forma de protección y para nada suponga no tenerles en
cuenta.
¿Cómo
influye la edad del niño en la decisión?
La capacidad de un niño para comprender la
muerte depende básicamente de dos variables:
-Su edad cronológica y las
anteriores experiencias que el niño haya tenido con la muerte.
De forma
orientativa, la idea y comprensión del hecho de la muerte transita por las
siguientes fases:
De 0 a
3 años:
Los niños no comprenden ni el hecho de la
muerte en sí ni mucho menos su irreversibilidad. Pero sí se dan cuenta de que
una persona cercana (o una mascota) que habitualmente estaba con ellos, ya no
está. Por este motivo es muy importante tratar de explicarles con
palabras sencillas que su ser querido ha muerto y ya no volverá más.
A esta
edad, los niños comprenden realmente poco de lo que ocurre en un funeral.
Además, su capacidad de atención es muy escasa todavía y lo más probable es que
el niño acabe llorando, asustado y cansado y generando estrés a sus cuidadores.
De 3 a
6 años:
Los niños entienden ya que la muerte
significa algo grave. Pero, en parte por su pensamiento concreto y en parte por
la influencia de los cuentos, muchos creen que la muerte es reversible. Además,
rodean el hecho de pensamientos mágicos y creen que lo imposible es posible.
Registran cierto egocentrismo en el pensamiento, que hace que pueden aparecer
pensamientos de culpabilidad. Por esto , con frecuencia atribuyen el hecho de
la muerte a un enfado con la persona fallecida o a un castigo por su propio mal
comportamiento.
En esta etapa, si lo explicamos bien y con
palabras sencillas, los niños pueden entender que la muerte
supone que el cuerpo de la persona fallecida ya no podía funcionar y que por
eso se ha muerto. Dado su dificultad en entender que la persona
no va a volver, hay que ser especialmente cuidadoso en la forma en que
comunicamos la noticia de la muerte al niño y evitar a toda costa expresiones
ambiguas que pueda malinterpretar o entender de forma literal
como hemos perdido a la tía Luisa o la abuela se ha ido.
Aconsejamos permitirles a los niños
escoger si quieren o no asistir junto a nosotros al tanatorio para
despedirse de su familiar o amigo y hacerlo en un entorno de calma y
cierta intimidad. Y pensamos que la forma más apropiada de hacer
partícipe a un niño de estas edades en los rituales mortuorios es acompañarlo
al tanatorio, responder a sus preguntas, permitirle ver lo que desee ver, pero
todo ello en la intimidad de un grupo de familiares reducido y no en el día de
un funeral con muchas personas, bastantes de ellas desconocidas para el niño.
De 6 a
9 años:
Se da una comprensión gradual y cada vez
más exacta del carácter irreversible y definitivo de la muerte. El
nivel de razonamiento es ya lo suficientemente maduro como para poder
establecer una relación de causa y efecto entre la enfermedad y la muerte.
A esta edad, los niños suelen mostrar
inquietud acerca de dos cuestiones fundamentales. La primera es que al entender
lo irreversible de la muerte, toman consciencia de que sus
padres y/o cuidadores principales también podrían fallecer y suelen formular
preguntas muy concretas acerca de quién y cómo les cuidaría en tal
eventualidad. La segunda preocupación gira entorno a la
diferencia entre las enfermedades comunes, como un constipado, y aquéllas que
conducen a la muerte. Será muy importante poder hablar con los niños sobre
estos aspectos y ofrecerles respuestas honestas y tranquilizadoras a la vez.
Si se les ofrece la oportunidad, los niños de esta edad raramente rechazan asistir a un tanatorio
y/o funeral. Es importante informarles de qué se va a hacer allí y cuándo. Cada
niño suele encontrar la forma en que desea despedirse de la persona que ha
muerto. Les ayudará poder participar de alguna manera en los rituales: Muchos niños eligen hacer un dibujo o introducir un juguete en el
féretro.
Más de
9 años:
La conceptualización de la muerte es la
misma que la de los adultos. La forma de informarles acerca de lo
ocurrido también suele ser muy similar a la que usamos con otros adultos. Sólo
hay que estar especialmente atento al desconcierto que la muerte de un familiar
o de un amigo le produce a un niño de estas edades. Suele preguntarse qué es lo
correcto y que sería lo incorrecto. Carece de modelos acerca de cómo conducirse
y cómo expresar sus sentimientos. Por ello, es especialmente importante
asegurar al niño y al adolescente que no hay una forma correcta y otra incorrecta
de comportarse ni de sentir la pérdida. Es crucial explicarle que no importa si
llora o no llora: muchas personas lloramos con lágrimas, pero otras lloramos
sin lágrimas, incluso, algunas, están de mal humor. Y que la cantidad de
lágrimas que se vierten no es una medida del cariño que sentíamos por el
difunto.
Seguramente, querrá participar de todos
los rituales como los adultos. Aunque la opción es correcta,
no debemos olvidar que si es la primera vez que asiste a un tanatorio o
funeral, también necesita ser preparado. Necesita saber qué se
hará, cuándo se hará y quiénes se reunirán para estos rituales.
¿Cuál
es la mejor decisión?
La mejor decisión dependerá en cada caso
de la edad del niño y de implicarle en tomar por sí mismo esa decisión. Pero,
para poder hacerlo, el niño deberá contar con la
información necesaria, explicada de forma clara, concreta y directa.
Esto significa que debemos explicarle la
muerte de su ser querido cuanto antes, siguiendo las pautas para la comunicación de la muerte de
un ser querido. Esto es especialmente importante para dos
motivos:
·
Para que sienta que es incluido en el núcleo familiar
desde el primer momento y que alguien cercano a él se pone en su lugar y trata
de hacerle comprensible los cambios y la inquietud que nota a su alrededor.
Esto es válido incluso para los bebés y niños menores de 3 años, que no podrán
acabar de entender el alcance de lo que les estamos contando, pero percibirán
nuestra tristeza y nuestro acercamiento.
·
Para que pueda elegir cómo quiere despedirse y en qué
momento desea estar con los adultos o, por el contrario, necesita un respiro y
prefiere retornar a sus actividades rutinarias con otros niños.
¿Cómo
preparar a los niños para asistir al tanatorio y/o funeral?
La
preparación de un niño para asistir al tanatorio o a un funeral debe componerse
de cinco pasos fundamentales:
1.Comunicación de la muerte
No espere
demasiado en darle a su hijo/a la noticia del fallecimiento: en la actualidad
la información de un fallecimiento se difunde con una inmediatez asombrosa,
debido al uso de las redes sociales y los teléfonos móviles. Por
comprensible que sea que Usted necesite unos momentos para asimilar la noticia
y prepararse para transmitirla a sus hijos con serenidad y en la debida forma,
piense que con cada 5 minutos que pasan aumenta la probabilidad de que el niño
oiga de la muerte de su familiar por comentarios telefónicos o por el
bienintencionado pésame de una vecina, que llega a destiempo, antes de que
hayan hablado con él.
Aquí puede consultar una guía
de cómo comunicar la muerte de un ser querido a los niños de
distintas edades.
2.Procesamiento de la noticia
Reaccione
como reaccione, el niño al que acaban de comunicar la muerte de alguien cercano
necesita un tiempo para asimilar y procesar lo que le acaban de decir. Puede
ser que quiera jugar, para olvidar lo que ha oído, puede que necesite dibujar,
hablar, preguntar o … llorar.
Es importante que como adultos que hacemos
la comunicación dispongamos de cierto tiempo y de un poco de tranquilidad para
estar disponibles.
3.Decisión
sobre el tanatorio y/o funeral
Habitualmente,
cuando en una familia ocurre una muerte, se produce una incertidumbre inicial,
más o menos aguda y dolorosa en función de si la muerte ha sido anunciada o
inesperada.
Tras estos momentos de shock y de duda,
hay que solventar una serie de trámites y se comienzan a preparar los rituales
funerarios. Los adultos de la familia suelen estar muy atareados (llamadas,
gestiones, visitas…) Por ello, es importante que durante este
periodo de transición, entre el impacto de la noticia de la muerte y la
despedida más social de nuestro ser querido, también pensemos en los niños quienes
necesitan cierta normalidad como poder jugar, ir a ver a sus vecinos o
cualquier otra actividad que les conecte con su vida anterior a la
pérdida.
No
obstante, a partir de los 4 ó 5 años los niños no querrán separarse de sus
padres y otros adultos importantes. Una forma muy buena de conciliar ambas
realidades es dejar a los niños en casa, aunque sea al cuidado de un familiar
cercano, e informarles de qué estamos haciendo y cuándo vamos a volver.
Proceder así les da mucha seguridad: están en su casa y la vida continua. Por
poco que sea posible será importante que al menos uno de los progenitores esté
presente a la hora de los baños y la cena. Para los niños, que temen poder
perder a otro de sus cuidadores, romper lo menos posible con sus rutinas es
altamente tranquilizador.
Cuando ya
se sepan los horarios del tanatorio y del funeral, y en la tranquilidad del
hogar, le explicaremos al niño todo lo que necesita saber para elegir si quiere
asistir al tanatorio, al funeral, a ambos o a ninguno de esos rituales.
4.Asistencia
a los rituales de despedida o actividad sustitutoria
Tenemos
tres posibles escenarios:
1) Nuestro
hijo ha elegido ir:
Para los
niños menores de 8 años es más comprensible despedirse en el tanatorio y llevar
un dibujo o un juguete como muestra de cariño y respeto. Algunos niños elegirán
no ver a la persona difunta. Otros querrán verla, cosa que deberíamos
permitir explicando bien lo que van a ver: la abuela parece dormida, pero no
está dormida. Su cuerpo ya no funcionaba bien y ahora vamos a decirle adiós.
Elegiremos un momento de intimidad en el
tanatorio: A los niños no les afecta ver a un adulto
llorar, pero sí les asustan las muestras muy expresivas de dolor como los
gritos y las estridencias.
Acompañaremos al niño en todo momento,
responderemos a sus preguntas, estaremos atentos a todo lo que expresa y
captaremos cuándo ha llegado el momento de marchar. Habitualmente
los niños no desean permanecer mucho tiempo en el tanatorio, porque ya hemos dicho
adiós.
Los niños
mayores de 8 años suelen elegir asistir al tanatorio y al funeral. Les
advertiremos que en el funeral hay mucha gente, que son todos los que querían
mucho a la persona fallecida y todos sus amigos.
También a
esta edad acompañaremos al niño, responderemos a sus preguntas y
captaremos las señales, dándole la oportunidad, si quiere, de contactar
con otros iguales o con personas a las que le apetezca saludar.
2) Nuestro
hijo ha elegido no ir:
No sólo respetaremos su decisión, sino que
pondremos especial cuidado en que ningún familiar le haga sentir mal por no
querer asistir al tanatorio o al funeral.
Pasados unos días, por si su negativa
tuviera un punto de negación de la realidad de la pérdida, le acompañaremos al
cementerio o al lugar dónde estén las cenizas de nuestro familiar fallecido. Le
explicaremos que podemos recordarlo en cualquier sitio, acordándonos de
cosas que hemos hecho con él/ella o viendo fotos. Pero que a veces también vamos a su tumba a llevarle flores o un dibujo y recordarle
mostrando nuestro cariño en el sitio en el que su cuerpo que ya no
funcionaba.
3) Tenemos varios hijos: unos quieren ir,
otros no:
Conceptualmente, la solución es simple: el
niño que quiere ir, va; el que no, no. Esto a veces presenta algunas
dificultades de organización, pero es importante respetar la
voluntad de cada uno de ellos.
Pasados
unos días, procederemos como en el caso anterior: iremos con todos al
cementerio o al lugar dónde se han esparcido las cenizas para presentar
nuestros respetos.
5.
Retorno a la rutina cotidiana y tareas del duelo
El funeral marca el final del periodo de
excepción que comenzó con la noticia de la muerte de nuestro familiar y el
retorno a la vida cotidiana. Ese momento suele ser doloroso, porque se vuelve a
la normalidad, sí, pero sin la persona que ha fallecido. Muchas cosas, muchos
lugares, algunas fechas nos recuerdan su ausencia. A este proceso de
aceptación de la pérdida se le denominaba antes proceso de duelo, concepto
que se ha ido sustituyendo por el de tareas del duelo, indicando una serie de
acciones concretas que hay que ir resolviendo.
Describir esas tareas excede el marco de
este artículo, pero es importante entender que los niños
necesitan hacer las mismas tareas de aceptación por la ausencia de su ser
querido que nosotros, los adultos, aunque a un ritmo más rápido.
Anaís Mª Martínez Jimeno
Co-directora Psycospirity
Fuente: Faros
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MI HIJA MURIO EN MANOS DE UN ASESINO A LOS 29 AÑOS,SU HIJITA TENIA 3 AÑOS¿COMO SE LE PUEDE EXPLICAR A ESA EDAD,QUE JAMAS VOLVERA A VER A SU MAMI?¿COMO?¿SERA Q.ESTA ALLA ARRIBA EN UNA ESTRELLA?EN UNA NUBE?AL OTRO DIADE ENTERRAR A MI HIJA,,LEVANTO 39 DE FIEBRE,& CUANDO VINIERON LOS DRES,LO 1ERO.Q.LES PREGUNTO FUE XQ.NO HABIAN SALVADO A SU MAMA?3 AÑOS-¿SE LE PUEDE MENTIR?YO NO PUEDO & LA PSICOLOGA,PROPUSO DESPEDIRLA,,HOY TIENE 12 AÑOS,& NO ME ARREPIENTO,,,LA GUIAMOS PARA CONTARLE QUE LA HABIAN MATADO,EN UN ACCIDENTE ¿QUE MAS PODIA HACER?EN ESE MOMENTO FUE LO MEJOR...NO TIENE NINGUNA FANTASIA,,Y ES NUESTRO SOL
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